Hay que insistir en que la gravedad de la crisis actual viene marcada por la deriva especulativa de la mayor parte de las inversiones acometidas durante el auge del sistema capitalista. Estas –orientadas a obtener plusvalías– se han dirigido mayoritariamente a financiar operaciones de compraventa de títulos, empresas, terrenos e inmuebles o megaproyectos de dudoso interés económico y social. Por ejemplo, en nuestro país la burbuja inmobiliaria ha llegado a absorber cerca del 70% del crédito del sector privado.
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LA BURBUJA Y SUS CÓMPLICES
El gran error político del presidente Zapatero fue, en suma, no tomar conciencia y ni plantear con claridad el horizonte de crisis al que llevaba el auge inmobiliario e iniciar su controlada reconversión cuando ganó sus primeras elecciones, hace ya cinco años. Entonces sí que hubiera sido posible planificar con tiempo el añorado “aterrizaje suave” y la necesaria reconversión “del sector”. También entonces hubiera podido culpar a quienes le precedieron de la comprometida situación a la que se veía abocada la economía española. Habría podido esquivar, entonces, la burbuja que le acabó explotando en la cara. Con el agravante de que, al hacer suyo el “España va bien” de Aznar, dio pie a que ahora lo señalen como culpable.
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